Luego de dos años de haber sufrido una pausa obligada por los efectos de la pandemia del coronavirus, vuelve a celebrarse la Feria Internacional del Libro, desde el 23 de abril al 2 de mayo en la Ciudad Colonial.
En todo el mundo las ferias fueron suspendidas, y también se registraron muy pocas novedades editoriales por no existir las condiciones para dar a conocer nuevos títulos, mientras las ventas sobrevivían apenas por internet.

Es que el libro ha sido, junto a las librerías, otra de las víctimas del COVID-19, y aunque se ha pronosticado su desaparición desde que las tecnologías como los audiolibros, los lectores digitales, tabletas y computadoras han ido irrumpiendo en escena, las letras impresas todavía se niegan a morir.

Como siempre, la feria de Santo Domingo ofrecerá actividades con escritores prestigiosos que llegarán como invitados, entre ellos los españoles Manuel Vilas, J.J. Armas Marcelo, Juana Salabert, Miqui Otero y Yolanda Castaños; los argentinos Mempo Giardinelli, Nora Rabinowicz y Valeria Correa Fiz; los mexicanos Mario Bellatin y David Toscana.

Quizá lo más rescatable de una feria de este tipo sea que por unos días los libros se convierten en protagonistas centrales de un acontecimiento que reúne a una multitud que, aunque no haga compras masivas, por lo menos los hojea, los lee aunque más no sea por arriba y, con suerte, se los lleva para sumar así un poco más de conocimiento a su bagaje cultural.

El poeta nicaragüense Rubén Darío escribió alguna vez que el libro “es fuerza, es valor, es alimento; antorcha y manantial del amor”, podríamos sumar a esto que, en los tiempos globalizados que corren, es germen de un intercambio de culturas que se acercan de manera vertiginosa, por encima de las distancias y de los tiempos.

Los libros son también puertas abiertas a la más absoluta de las libertades, sirven para limpiar la mente de prejuicios, para sumar sabiduría, para enriquecer las ideas y el vocabulario y acaso para desprenderse por un momento de la realidad apremiante que nos rodea y ejercitar el más anhelado de todos los derechos; el derecho a soñar.

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