Hasta ahora, toda la preocupación y alarma sobre el impacto del consumo de bebidas adulteradas lógicamente se ha centrado en la pérdida de vidas y secuelas a las personas. Como esa es una cuestión tan esencial, nada como la vida humana, poco se ha hablado de que se trata de un asunto con implicaciones gravísimas sobre un sector que sufre daños en la marca y en la comercialización de sus productos.

Hasta el Estado pierde en medio de esta situación, pero no solo el Estado. También el país. Quienes viajan al exterior, especialmente al viejo mundo, se impresionan cuando acuden a un restaurante, hotel o cualquier sitio de esparcimiento cuando le ofertan ron dominicano.

Hablamos de un fuerte referente nacional, una de las primeras industrias que alcanzaron desarrollo y buen nombre, en competencia con productores tan acreditados como los cubanos, que hicieron de su marca un sello de distinción en el exterior.

Es además un aliado natural de un eje clave del crecimiento dominicano: el turismo. No es solo lo consumido por quienes nos visitan. Suele convertirse en un detallito muy especial al que recurren quienes viajan o los mismos turistas, que lo llevan a sus amigos de sus países como algo “especial”.

Como es una bebida “alcohólica”, y el alcohol es nocivo para la salud, nos desentendemos de su valor como producto, cuando precisamente es un generador de divisas, no menos de US$100 millones al año, según reveló a este diario la Asociación Dominicana de Productores de Ron (Adopron).

Además, la industria del ron mueve alrededor de 4,000 empleos directos e indirectos, y es una aportadora consistente de recursos al fisco. Y con una competencia desleal y especialmente criminal está bajo la presión de las bebidas falsificadas que no solo la afecta a ella, sino a la salud pública y social. A los primeros días de este mes, ya habían fallecido 143 personas y hospitalizadas alrededor de 400 por bebidas alteradas. Hablamos solo de este año y eso viene repitiéndose cada cierto período.

De modo que la industria de los rones, que es un valor criollo, debe ser defendida como tal, para que mejore su calidad y sea más competitiva frente a sus semejantes del exterior.

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