De las elecciones en la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) pueden hacerse diferentes interpretaciones. Pero la primera que debe resaltar es cómo fue derrotada la arrogancia y la temeridad en el ejercicio del arte de dirigir, sea un gremio, una organización social o política, y hasta en el Estado mismo.

Hay una percepción muy extendida en el sentido de que la dirección derrotada de la ADP fue mucho más allá del límite en sus reclamos frente al Ministerio de Educación, por no decir frente al incumbente de turno, toda vez que muchas demandas ni siquiera eran parte de las competencias de los maestros. El ejemplo más dramático fue cómo los dirigentes de esa asociación asumieron como propias las demandas de los técnicos, que tienen su propia organización, y pese a ello desataron un agresivo “plan de lucha”, que no tenía razón de ser. Era evidente la hostilidad contra la principal autoridad educativa. Asimismo, pretendían un rol determinante en todas las materias de la administración del sistema educativo.

De modo que muchos de los parciales que votaron por el candidato del PLD en elecciones pasadas debieron valorar la prudencia de continuar con el mismo proceder. Afectaba el desenvolvimiento de las clases, y no se detenía ante los logros.
Se extralimitaron y dañaron gravemente la imagen de la ADP.
Para algunos, en la conducta díscola de esa dirección se traducía una lucha al interior de una de las tendencias en el PLD. Pocos saben con qué propósito.

Al final, el mayor perdedor es el PLD, y el gobierno, a quienes se les suma otra derrotada en una asociación profesional. Ocurrió antes con el Colegio Médico Dominicano (CMD).

Ya litorales del PLD se han preguntado sobre la conveniencia de su propia derrota, toda vez que el grupo perdedor probablemente iba a reincidir en un accionar irritante para las familias que tienen sus hijos en las escuelas públicas.

Quienes gobiernan deben valorar lo ocurrido, porque esa misma arrogancia de imponerse por encima de todo, cansa, aún sea responsabilidad de los adláteres.

En este caso, no fueron las críticas mediáticas que destronaron a los peledeístas en la ADP, sino sus propios compañeros profesores.

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