Fue llamativo para los medios la suspensión de dos actividades en las que participaría el presidente Luis Abinader. La “inauguración” de un acueducto en Guanuma, Santo Domingo Norte y la firma de un protocolo con el Colegio Médico Dominicano.

Sobre el acueducto, es probable que se deba a que no estaba concluido. En realidad, no debía hablarse de inauguración, y no había que llevar al Presidente, porque se trata de una reconstrucción de una obra que estuvo en servicio, se deterioró y tratan de restablecerla aceleradamente. No se entiende ese afán por inaugurar.

El día anterior, el martes, el Presidente no concurrió a dos actividades en el Distrito Nacional en las que fueron reconocidas varias empresas. Previamente, se dijo que estaría en la actividad.
Sólo el propio presidente Abinader y quienes manejan su agenda saben los motivos de esas suspensiones, pero especulamos que entre ellos está el ritmo acelerado que lleva. Concurre a veces hasta a cuatro actividades en un solo día.

Tuvimos un presidente que hacía recorridos interminables. Eso no es necesariamente malo. Es bueno que comparta con los diferentes sectores, y especialmente que esté en contacto con la gente.

En sus primeros días, el presidente Abinader recorrió diferentes provincias, en las cuales anunciaba obras. No sabemos cómo irán esas realizaciones.

Lo que está claro es que el Presidente camina. Sin embargo, gobernar en un acto reflexivo, sistemáticamente. El sosiego por horas es esencial. Muchos asuntos que ver y firmar. Y sólo él puede hacerlo, por más asistentes que lo acompañen. El despacho necesita tiempo.

No pedimos que se detenga. El país necesita acción. Sólo le solicitamos que revise retrospectivamente el ritmo de la marcha.
El ejercicio del poder es corrosivo, desgasta, y a alta velocidad, el camino puede resultar extenuante.

Los ordenadores de la agenda, y el Presidente mismo, no harían mal si reducen la presión sobre el acelerador.
La cuestión no es correr rápido. Es llegar en el tiempo adecuado con los mejores resultados.

Verdad que atravesamos una pandemia, peor que una tormenta constante, pero debe ser atacada con profundidad, en todas las direcciones que impactan sus efectos destructivos. Avanzar sin dejar que el viento empuje nuestros pasos.

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