Venezuela amaneció el pasado miércoles con una insurrección cívico-militar liderada por el presidente del Parlamento Juan Guaidó, con el propósito de derrocar al presidente actuante Nicolás Maduro.
Guaidó conquistó a militares de baja graduación y se parapetó en una base aérea, desde donde lanzó la proclama contra Maduro. Pero antes, había “liberado” al dirigente opositor Leopoldo López que cumplía prisión domiciliaria, el cual lo acompañó hasta el centro de operaciones del grupo insurrecto.
Muy rápidamente, Estados Unidos declaró su apoyo a la acción golpista. Muchos venezolanos, miles, se movilizaron hacia la base militar en apoyo a Guaidó. El presidente Maduro convocó a sus parciales hacia al Palacio de Miraflores, para defender su gobierno.
Lo ocurrido es una reiteración de los hechos protagonizados el 23 de febrero pasado en la frontera con Colombia.
Como aquella vez, la reacción del gobierno de Maduro permitió el agotamiento, la dispersión y la fuga de los insurrectos. Algunos militares se refugiaron en embajadas, López hizo lo mismo horas después. Se desconoce el paradero de Guaidó, aunque ayer encabezó una manifestación.
Ayer mismo, el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela emitió una orden de arresto contra López por violar la restricción del arresto domiciliario y por sus pronunciamientos durante el levantamiento cívico-militar de este martes.
Un grupo de gobiernos -50- reconoce a Guaidó como presidente, entre ellos República Dominicana. Algunos guardan silencio después de su acción. Otros, como Estados Unidos, lo han respaldado en todo momento.
Los hechos del martes pudieron terminar en un baño de sangre, en una verdadera masacre. La administración de Maduro lo enfrentó como un motín, con medidas represivas disuasivas, con bombas y cerco.
¿Qué pasará con el estatus de Guaidó?
Habrá que esperar el desarrollo de los acontecimientos para saberlo. Pero es evidente que se busca una determinada circunstancia para llevar la situación de Venezuela a mayores, algo como una confrontación civil.
Hay que insistir en el diálogo pese a que ya una parte optó por la violencia.
