La plaza ha ocupado siempre un lugar especial en las ciudades. Ha sido la Plaza de la Bandera el lugar escogido por una generación para expresar sus sentimientos e ideas acerca del candente proceso electoral fallido del 16 de febrero.
La plaza es escenario de desahogo de ese segmento poblacional, al cual se le agregan otros ciudadanos solidarios, algo más adultos, movidos por inquietudes similares.

El hecho ha evolucionado como un fenómeno. Originalmente un evento, que se prolonga por varios días, con una convocatoria mayor para el día de mañana, una fecha de alto contenido patriótico: 27 de Febrero.

Los jóvenes han tenido acompañamientos especiales, artistas de diversas tendencias solidarios con un clamor que se sintetiza en la defensa de la democracia, en la cual la elección libre, justa y transparente es esencial.

¿De dónde proceden los participantes? Dicen que de la clase media, pero progresivamente se les han agregado jóvenes de estamentos más humildes de la sociedad.

¿Cómo interpretar el fenómeno? Muchas lecturas han corrido. Algunas asertivas, otras incorrectas. No abonamos ninguna. Lo objetivo es que los jóvenes están allí levantando consignas muy precisas. Su accionar es uno de los ingredientes característicos del momento que vive el país. Para algunos de inquietante crispación social.

¿Qué hacer? No se discute su derecho a manifestarse, a protestar. El gobierno, ante un atisbo de violencia, proclamó respeto y se expresó garante del orden.

Pero no estamos muy seguros de que haya entendido el mensaje. Reclaman la celebración de elecciones libres y confiables. ¿Han recibido respuestas adecuadas? ¿La investigación de lo ocurrido el 16 de febrero resultará satisfactoria?

El mensaje es que es necesario garantizar el clima de paz y civismo, esencial para unas elecciones.

La oposición ha planteado el diálogo y un pacto político y social para solventar el desaliento y las inconformidades. Más allá de la acción táctica y los discursos del lunes, el gobierno y el partido oficial no han reaccionado en los términos esperados.

Quizás no están leyendo bien y apuestan simplemente a las votaciones, sin más reglas que las previstas en la ley, como si ignoraran el devenir social.

El poder debe prestar la debida atención a las expresiones de la Plaza. Debe oír y debe dialogar.

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