El presidente Abinader dispuso que la mayoría de sus ministros y directores generales entraran en contacto directo con la población como parte del programa denominado “El Gobierno en las Provincias”, decisión que ha sido interpretada de diferentes maneras.

La reacción de la oposición fue muy obvia al decir que se trató de un recurso político-propagandístico, mientras para otros se procuraba que los funcionarios abandonaran el confort de sus oficinas. Hubo quien interpretó que fue un loable esfuerzo para dinamizar las políticas públicas en ejecución y para estrechar vínculos con las comunidades.

Sea cual fuere la intención o la lectura que se haga de esta novedosa iniciativa, una de las críticas más frecuentes que el Gobierno recibe es la falta de concatenación en algunos de sus funcionarios, su asintonía, que los hace quedar detrás de los acontecimientos.

Otra observación recurrente entre los que, desde fuera, auscultan el desenvolvimiento del “tren gubernamental”, es que ha faltado lo que los norteamericanos llaman “team work”, el trabajo en equipo que eleva la voluntad y la coherencia.

Esa ausencia de química podría ser porque muchos funcionarios no están identificados con el programa de gobierno del PRM pues no fueron parte de su elaboración ni discusión, al llegar por acuerdos políticos de último momento.

Otro factor es que algunos, sin experiencia de Estado, ascendieron en las peores condiciones, excepcionales, las más difíciles para gobierno alguno debido a la crisis sanitaria y su efecto en la economía.

Se espera que la evaluación de “El Gobierno en las Provincias” deje algunas enseñanzas, y que el conocimiento directo de los problemas de las comunidades también sirva para establecer prioridades, de manera que lo urgente no termine por imponerse a lo importante.

Todo esto, sin desdeñar que la gestión va para dos años y que quizá precise de una renovación.

Más aún si recordamos que el presidente Abinader ha confesado que trabaja hasta la medianoche y su agenda pública en el día no tiene pausa, por lo que hay quienes se preguntan hasta cuándo mantendrá ese ritmo.

Esto último adquiere más dimensión porque no aparece ese funcionario que da la cara ante las dificultades diarias y en asuntos conflictivos que el mandatario no debiera manejar en persona.

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