Desde Haití continúan llegando noticias sobre protestas violentas por deterioro de la económica, y piden la renuncia del presidente Jovenel Moise. Esos hechos han sido constantes durante lo que va de año. Inevitablemente ese acontecer impacta en República Dominicana, sea por el flujo migratorio tradicional incrementado con la creciente inseguridad o por la búsqueda de medios de sobrevivencia.

Algo más perceptible aún se refleja en los mercados inter fronterizos, particularmente en Jimaní, Elías Piña y Dajabón, donde según versiones, el comercio disminuye a consecuencia de la inestabilidad en Haití.

La situación se agrava con la escasez de combustibles al desaparecer el programa de suministro de Petrocaribe, auspiciado por el gobierno de Venezuela. De este lado, las autoridades han debido establecer vigilancia especial en las estaciones de expendio de combustibles en la línea fronteriza para evitar el trasiego.

En ciudades dominicanas la situación haitiana no se percibe a simple vista, pero los mercaderes e industriales sienten rápidamente cuando hay cambios en el intercambio comercial.

La habitual crisis haitiana tiende a volverse insostenible, y una agudización impactará nuestra economía. Hay quienes no quieren darse cuenta que los comerciantes y empresarios dominicanos colocan en Haití no menos de mil millones de dólares al año. Una caída de esas exportaciones afectará nuestro desempeño económico.

Desde otro ángulo, aunque ya no se habla de noticias negativas sobre fallecimientos de norteamericanos en hoteles del Este, de alguna manera esa situación ha debido reflejarse en el sector.

El inesperado incremento en los precios del petróleo por la tensión en el Oriente Medio, acrecentada con el ataque a las refinerías de Arabia Saudita y el envío de tropas de Estados Unidos a la región, resultan inquietantes.

El Banco Central, atento al desarrollo de los acontecimientos, ha sido diligente poniendo a disposición de los agentes económicos pesos y dólares, primero para mantener el ritmo de la economía y paralelamente para disminuir la presión sobre la tasa de cambio. Pero eso no será suficiente si la Administración en su conjunto no observa el desarrollo de estos hechos y adopta las previsiones de lugar.

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