Dice la expresión que los tiempos de Dios son perfectos porque nunca para Él es temprano y porque nunca se ha retrasado.
Por eso se podría concluir que en su reino no existen la desesperación ni la precipitación características de los mortales en estos días tan vertiginosos que vivimos.
En los tiempos del Señor, se podría colegir entonces, no existen tampoco la prisa, ni la ansiedad para que llegue lo esperado.

Esta suerte de divagación editorial sabatina la traemos porque, es cierto, vivimos a la carrera y quemamos etapas sin darle tiempo al tiempo hasta que arribemos hacia donde nos dirigimos.

Eso de andar y proceder rápido, lo vemos en personas de todos estratos, y si es que pertenecen al mundillo de la política con más razón todavía, debido a que allí no se comulga con el “divide y vencerás” en la acepción de que para resolver un problema complejo conviene en partes para hacer su resolución más simple o sencilla, sino en su versión maquiavélica.

Un consejo de Sócrates para los desesperados y para aquellos que andan rápido por la vida: “Hay algunos que por una fruta temprana dan cuanto les demandan…. pues nunca piensan que ha de llegar el tiempo cuando la fruta madure y cuando con menos dinero pueden comprar más y mejor fruta, siendo tan poca la tardanza”.

El filósofo griego reprendía de esta manera “a los hombres que se van tras sus codicias y apetitos y no siguen la razón”.

Vivimos una época en que se buscan resultados urgentes en todos los órdenes, desde el deporte hasta las finanzas, y así vemos cómo en el afán de alcanzarlos, los deportistas recurren al dopaje, y los ávidos son presa de los estafadores; en ambos casos el resultado es el desastre.

Nos quedamos con esta frase de la cantante Joan Baez, que contrapone una esperanza a todo lo negativo que puede haber en la precipitación: “Puede que aún no lo sepas, pero en el extremo contrario de la desesperación, existe un lugar muy claro donde uno es casi feliz”.

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