El amor por la patria y la emoción de ser dominicano se ven agigantados nuevamente, esta vez con la selección del pelotero Adrian Beltré al Salón de la Fama del Béisbol de las Grandes Ligas, con la hazaña de haber obtenido casi el cien por ciento (95.1%) de las boletas, segunda mayor votación para un beisbolista latinoamericano en su primer año de elegibilidad.

En el templo reservado para jugadores que fueron excepcionales, el nativo de El Café, Herrera, Santo Domingo Oeste, ocupará un lugar junto a otros cuatro inmortales dominicanos: Juan Marichal, Pedro Martínez, Vladimir Guerrero y David Ortiz, por lo que solo resta esperar la ceremonia de exaltación a finales de julio, para que en Cooperstown resuene, o más bien retumbe, el toque contagioso y la cadencia del merengue o el melancólico dulzor de una bachata, música que tanto agrada al nuevo inmortal.

Es un día glorioso para la Patria, por lo que no nos equivocamos, ni tampoco exageramos, si decimos que la alegría embarga a todo el pueblo dominicano, capaz de unirse alrededor de eventos en apariencia ajenos a sus vicisitudes y a su diario trajinar, tal cual ha ocurrido más de una vez, por ejemplo, con nuestras Reinas del Caribe, con Marileidy Paulino, con los peloteros inmortalizados antes que Beltré y con otros logros de nuestros ídolos.

Esto así porque el pueblo asume como suyos esos éxitos, considera que cada uno de sus triunfos le pertenece y expresa su satisfacción con manifestaciones de júbilo y de legítima alegría colectiva.

Aparecerá en el extranjero –quizás- el que estime exagerado este sentimiento y hasta lo atribuya a una mentalidad insular y chauvinista, pero es obvio que por no tratarnos de cerca seguramente ignora que existe lo “dominicano” y un “alma nacional”, ese incontenible ímpetu que aflora cada vez que algún criollo reafirma, como Adrian Beltré, que la República Dominicana es auténtica y grande.

Ahora solo resta esperar al último domingo de julio, cuando en la ceremonia de exaltación se escuchen las notas de nuestro himno nacional y un emocionado Adrian Beltré se ocupe de poner en alto la amada bandera, la enseña que nos identifica ante el mundo y nos representa en cada victoria, en cada proeza ejecutada por un dominicano.

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