Paremos ese Laissez faire

En materia de casamiento y embarazo de adolescentes en el país impera una especie de “Laissez faire, laissez passer”, término francés que significa dejar hacer, dejar pasar.

En materia de casamiento y embarazo de adolescentes en el país impera una especie de “Laissez faire, laissez passer”, término francés que significa dejar hacer, dejar pasar.

Solo una actitud globalmente permisiva justifica que cada día se revelen cifras crecientes de matrimonio y de embarazo de menores.

Esta semana las Naciones Unidas, a través de la UNICEF, que es su agencia que trata el tema de la niñez, reveló que el 12 por ciento de las niñas dominicanas se casó o se unió antes de cumplir los 15 años, y que el 36 por ciento de las jóvenes entre 20 y 24 años se unió antes de cumplir los 18. La multiplicación de los niños. Niños y niñas creando lo que difícilmente puedan criar con los niveles mínimos requeridos o necesitados.

Los datos ofrecidos por el organismo internacional fueron aportados por la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples 2014 (ENHOGAR-MICS). Revelan situaciones que avergüenzan o apenan.

Las dos categorías sitúan a la República Dominicana entre los niveles más elevados de América Latina y el Caribe, y son muy superiores de la media regional de adolescentes menores de 18 años casadas o unidas libremente y más de un 100 por ciento de la media en adolescentes menores de 15 años.

Un punto para provocar preocupación es el que da cuenta que el 21 por ciento de las mujeres entre 20 y 24 años tuvieron al menos un hijo vivo antes de cumplir los 18 años, que es a partir de cuando se adquiere la mayoría de edad.

Es como si se estuviera frente a un escenario de niños procreando niños. Ni física ni emocionalmente existe la capacidad para procrear en esa franja de edad. Tampoco para mantener una familia, pues por lo general cuando son uniones juveniles, son procedencia de los estratos sociales menos pudientes. Es como crear un foco para propagar la pobreza.

Cuando se entra en ese sendero por lo regular se interrumpe la escolaridad. Y también se dificulta el acceso al mercado laboral, cuando se trata de menores que ya pueden ser empleados sin traspasar los límites del trabajo infantil.

En fin, estamos envueltos en un círculo pernicioso de embarazo y casamiento de adolescentes que desnuda una cruda realidad que debe ser enfrentada.

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