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El pueblo de Salcedo, y con él la comunidad nacional, atraviesan por una dolorosa situación debido a la muerte de al menos cuatro personas, entre ellas tres niños, por las graves quemaduras sufridas a causa de la mala manipulación y pésima calidad de artefactos pirotécnicos en la celebración del carnaval local.

Para acompañar en el duelo a los familiares de las víctimas y de los lesionados recluidos en centros asistenciales, el Ministerio de Cultura suspendió el Desfile Nacional de Carnaval previsto para ayer domingo en la capital, decisión que la parte sana de nuestra sociedad respalda plenamente.

Esa suspensión, que Cultura denomina “cancelación” y la hace con una inanimada nota de prensa que parece un simple trámite burocrático, tiene una enorme significación por lo que implica.

Refiere el ministerio que es una expresión de tristeza y de solidaridad con los afectados directamente, pero además deja sin efecto una actividad que demanda mucho esfuerzo y recursos, y genera grandes expectativas para los grupos carnavalescos.

Habrá quien deplore la suspensión por razones e intereses propios, o por solo llevar la contraria como es habitual en redes sociales, pero Cultura ha actuado a tono con las circunstancias, por lo que merece el espaldarazo.

Coincidencia es que el Desfile Nacional estaba dedicado a la provincia San Cristóbal, donde todavía no cesan de llorar a sus cerca de 40 fallecidos precisamente por quemaduras en una explosión ocurrida hace siete meses.

Quizá pudiera el ministerio, sugerimos, compensar en metálico, con el presupuesto para transporte, apoyo logístico y premiaciones, a las comparsas y cofradías que incurrieron en gastos, a veces cuantiosos, para obtener algún lauro. No debiera limitarse a retribuir al personal contratado o asumirlo como un ahorro.

Los versados en el carnaval entenderían esta sugerencia, así como la grandeza de la decisión adoptada.
Pero lo importante es permanecer cerca de las familias de las víctimas, como lo hizo en forma ejemplar la gente de Salcedo, con notables muestras de cariño y humanidad, como ha ocurrido siempre cuando la solidaridad es un imperativo.

Una pausa entendible del desfile nacional del carnaval, evento que hemos apoyado por ser una fiesta que conserva la esencia de la dominicanidad, costumbres y tradiciones, con lo que se garantiza que el pueblo no pierda su memoria histórica ni lo distancien de su identidad.

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