Podríamos prevenir

En la República Dominicana se vive una suerte de complacencia en las instancias públicas compartida con el sector privado y algunos segmentos de la otra parte de la sociedad, acerca del “bienestar colectivo”, y lo bien que vamos por el desempeño de una economía en crecimiento.

En la República Dominicana se vive una suerte de complacencia en las instancias públicas compartida con el sector privado y algunos segmentos de la otra parte de la sociedad, acerca del “bienestar colectivo”, y lo bien que vamos por el desempeño de una economía en crecimiento.

Hasta ahí el cuento va bien. Pero si miramos la Nación en territorio de la barriada, en la marginalidad rural, en los deficitarios servicios de agua potable, en la degradación creciente de la vivienda, en el encarecimiento de los servicios de salud, a veces insostenibles hasta para la clase media con una tarjeta de seguros, ya porque no puede pagar los altos costos de las medicinas o las “diferencias” por un inesperado internamiento, o más temprano, la visita a un especialista, descubriremos que se van acumulando factores que pueden estimular una potencial conflictividad social.

Hay que verse en los sucesos vividos no hace mucho en Nicaragua, ahora en Chile y Ecuador, y que laten desde Centroamérica hasta Argentina. No vamos a hablar de Haití, a nuestro lado, porque ahí el drama tiene otra génesis y la vida es simplemente infrahumana.

La sobrevivencia es cada vez más difícil. ¿Podrían adoptarse políticas preventivas antes de que en República Dominicana se acumulen factores de agitación que no se resuelvan con una entretención electoral?

Mario Lama

Cuando nació, en 1930, emprendedor era una palabra desconocida. Pero 90 años después, cuando ese término cobra dimensión, resultaría fácil descubrir en su personalidad un verdadero batallador que logró alcanzar sus propósitos.

Desde muy pequeño, en el seno de una familia trabajadora, Don Mario Lama se dedicó al trabajo junto a sus padres, quienes le inculcaron ese valor para alcanzar las metas. En una zapatería familiar con la que creció, entendió que podía redimensionar dicha actividad, y es así que se compenetra con el comercio hasta establecer su propio establecimiento.

Vendrían tiempos de mucho trabajo hasta la Tienda Lama de la Duarte, para evolucionar al gran centro que hoy conocemos como “Plaza Lama”, una gran tienda por departamentos, con marcas y representaciones.

Se le recuerda como un hombre de trabajo, pero también de servicio y de bien.

Paz a sus restos y solidaridad con su familia.

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