A medida que el ambiente navideño y su consecuente brisita se comienzan a sentir, crece el ánimo festivo entre la gente y también la popular y extendida tradición de disfrutar en familia.

Es lo característico del mes de diciembre, el más singular por encerrar fechas significativas que se aguardan con emoción, y más cuando está cercano el momento de interesarse por el toque que tendrá la cena de Nochebuena y el “junte” para esperar Año Nuevo, el “cañonazo”.

Nuestro deseo es que cada quien lo celebre a su manera y a su medida, pero desde ya nos sobrecoge el alma el solo hecho de pensar en la congoja y ausencia absoluta de celebraciones en las al menos 85 familias que, desde el 14 de agosto a la fecha, cuando ocurrió la explosión en San Cristóbal, lloran a uno o a varios seres queridos.

Además de 37 fallecidos en aquella fatídica explosión, y cerca de 60 lesionados, nos compadecemos también de los deudos de las cinco familias arrastradas por las aguas en el balneario Fula el 8 de noviembre, de las 30 fallecidas por las inundaciones del 18 de noviembre y de las 13 del accidente vial en Bajos de Haina el pasado 29 de noviembre.

Son 85 familias enlutadas en menos de cuatro meses, con la fatalidad agravada porque se trata de muertes súbitas y por desastres, que en opinión de especialistas de la conducta son las que representan un mayor riesgo para la salud mental de cualquier individuo, y con las que, además de la partida de un ser querido, se sufren también multiplicidad de pérdidas materiales.

De ahí que, antes de que las fiestas cojan vuelo, oramos y pedimos acompañamiento en el dolor a estas familias; una solidaridad ofrecida con humanidad y respeto, y exhortamos a evitar en lo posible, y particularmente en los medios de comunicación, airear situaciones que nada aportarían y que tampoco serían el mejor consuelo para los que han visto troncharse de repente, sin despedirse, la vida de un ser querido.

Tal vez la imagen que desearían conservar fuera recordarlos desbordantes y felices, como quizás todos lo estuvieron al abandonar sus hogares en lo que resultó su último día sobre la tierra.

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