En los últimos días circulan reportes que dan cuenta de que varios sectores como el turismo, las zonas francas, las exportaciones, las remesas… están excelentes, además de que se han recuperado todos los empleos prepandemia y, en sentido general, el crecimiento de nuestra economía lidera toda la región.

Son informaciones que contrastan con otras como una de ayer mismo fechada en Boca de Yuma: cuatro personas fueron rescatadas de un naufragio, eso sin que el país se recupere aún del estupor ante siete dominicanos fallecidos en Chiapas, México, en la tragedia del vuelco de un tráiler que transportaba migrantes hacia Estados Unidos.

Poco antes, a finales de noviembre, la sociedad se sobrecogió con la muerte de ocho dominicanos en Miches, entre ellos seis mujeres, y 22 rescatados, al zozobrar una yola en un viaje ilegal que pretendía llegar a Puerto Rico.

Choca que mientras nos vanagloriamos por la bonanza económica interna haya dominicanos que mueren durante peligrosas travesías como si pretendieran huir.

Es que como editorializamos ayer a propósito de lo de Chiapas, no debe resultar extraño que la pobreza y falta de oportunidades que justifican caravanas de migrantes de pueblos centroamericanos, se deje sentir también por suelo dominicano con personas que se aventuran en busca de una supuesta tierra prometida.

No escapamos los dominicanos a un fenómeno muy actual en el mundo, el de las migraciones de personas, y que en América Latina tiene un giro insospechado con una modalidad inédita, como la de las caravanas, algo que no podemos ver con indiferencia.

Por más que se diga, en alguna medida los dominicanos somos parte de esa realidad, aunque parezca tan distante el caso de Calais, Francia, el 27 de noviembre, cuando al menos 27 personas murieron después de que una embarcación naufragara mientras intentaba llegar al Reino Unido por el Canal de La Mancha.
Si fuéramos a escoger un hecho noticioso relevante de 2021 a nivel internacional entre muchos, no vacilaríamos en mencionar las migraciones de personas, uno de los fenómenos sociales más dominantes, no solo de este año, sino del siglo XXI.

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