A la resolución 53-2020 del Pleno de la Junta Central Electoral (JCE) mediante la cual ratificó el protocolo sanitario aprobado en mayo pasado para las elecciones presidenciales y congresuales del 5 de julio difícilmente alguien encuentre fundamentos sólidos para objetarla.
Aunque la ratificación fue el resultado de una petición de partidos para que se adoptaran medidas adicionales, ninguno aventurará algún reclamo nuevo, porque probablemente lo considerarán necio.

Y es que nadie objetará que los recintos electorales sean desinfectados según normas elementales y en atención a procedimientos generalmente aceptados.

Lo mismo habría que decir sobre el proceder de los funcionarios de los colegios electorales, los delegados políticos, los miembros de la Policía Militar Electoral, los observadores de escrutinio y escáner, y el resto del personal de la JCE. Obvio que deben tomar todas las medidas preventivas, lavarse las manos, etcétera, con los insumos de rigor.

Y naturalmente, todos los concurrentes también tendrán que someterse al exigente proceso que implica la protección por la presencia de la COVID-19. Además del distanciamiento, deben estar protegidos con las mascarillas en cumplimiento del protocolo para evitar contagios.

Tampoco nadie se opondrá a que todas las personas que desempeñarán labores en los recintos acudan con las manos enguantadas.

Y debe cumplirse de manera cabal con el ritual para depositar el voto.

Todo eso es bueno, y ayuda a la ciudadanía a evitar la enfermedad. Crea también un ambiente favorable, de confianza, para que se acuda a las urnas.

Pero, sin rayar en lo extremo, queremos insistir en que aún es tiempo de acoger algunas enmiendas a lo establecido sobre la organización de las votaciones.

El momento es muy sensible y el distanciamiento cobra importancia capital. No pierde nada el montaje del proceso si se separan por tanda las votaciones. En una tanda los hombres y en otra las mujeres.

Es clarísimo que disminuirían las aglomeraciones y dramáticamente el distanciamiento. Y hasta podría agilizar el proceso, porque el tiempo sería apremiante. Cualquier duda en este sentido podría resolverse simplemente ampliando el período de duración de las votaciones.

Daría gran confianza a la gente para ir a votar. No complica. Y ya se hizo en el pasado.

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