La Ley 63-17, de Tránsito, Transporte Terrestre y Seguridad Vial, necesita ser activada, puesta en condiciones de ser el instrumento capaz de resolver el caótico transito que impera en el país, principalmente en las grandes ciudades, con el Gran Santo Domingo a la cabeza.
Por tratarse de una normativa muy abarcadora, pues trata aspectos que van desde las condiciones de los vehículos de motor hasta deberes y obligaciones para los transeúntes o peatones, la aplicación plena para su vigencia total quedó atada a la publicación de numerosos reglamentos que también fueron referidos a un calendario de emisión.

El tiempo ha ido pasando y la velocidad con que arrancó la aplicación de la ley se ha ralentizado, arrastrando con ese enfriamiento la solución al grave problema del tránsito terrestre y movilidad, ya no solo en las áreas urbana e interurbana. También el tránsito rural requiere la urgente aplicación de la ley, por el extraordinario auge del transporte en motocicletas que hasta en los más recónditos lugares tiene presencia masiva.

“Una ley puede ser bonita, pero sin recursos los problemas no se resuelven”, declaró a elCaribe el diputado Tobías Crespo, autor de la ley. Él fue claro en precisar que los diferentes gobiernos dejaron crear el desorden que hoy hay en las calles del país, originando un problema que “una ley no lo iba a resolver de golpe y porrazo”.

La deuda acumulada que el legislador quiso saldar cuando sometió su iniciativa legislativa, todavía tiene saldos impagos, de capital e intereses. Si alguien tiene duda al respecto, solo tiene que observar en una esquina cualquiera de las formadas por las principales calles y avenidas de la ciudad. No durará mucho tiempo sin ver un motorista cruzar en luz roja, cual si fuera una competencia. O a un carro del concho que circula por obra y gracias del equilibrio, con más abolladuras y agujeros que un guayo y con piezas variopintas.

En medio de la calle o debajo de un puente elevado a la gente cruzando como que nada importa. O vendedores de flores, frutas, víveres, vegetales, chichiguas, piezas de celulares, limpiavidrios y hasta de animales. O limpiando los cristales en plena vía.

Lo peor del caso es que todas esas “actividades” están prohibidas por la Ley de Tránsito. Pero nadie cumple. ¡Qué pena!

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