En estos días vemos grandes personalidades que alcanzaron las más altas posiciones de sus países, sometidas a situaciones que obligan a pensar en la actuación de los ciudadanos mientras desempeñan funciones de poder.
La Corte Suprema de Justicia de Colombia ordenó la detención domiciliaria del expresidente y senador Álvaro Uribe, a consecuencia de un proceso por presunto fraude procesal y soborno de testigos. En paralelo, la Fiscalía de Panamá dictó la prohibición de salida del país al también expresidente Ricardo Martinelli, contra quien pesan cargos de lavado de dinero vinculado a los sobordos de Odebrecht. Como ellos, varios expresidentes centroamericanos y peruanos han sido objeto de persecución judicial por cargos de corrupción. Y así, por todo el mundo.

Y desde la madre patria, España, el drama del monarca emérito Juan Carlos I, bajo investigación de un fiscal en Suiza, por sospecha de “crear una estructura” para transferir una “importante donación” que habría recibido del rey de Arabia Saudí. Se habla de “ocultar cerca de 100 millones de dólares en Suiza” que podrían proceder del pago de comisiones por la adjudicación del AVE a la Meca (Arabia Saudí) en 2011. Más otros cargos por recibir “ayudas” diversas durante su reinado. Ahora habla de abandonar España para “salvaguardar” el crédito de la monarquía.

En fin, ¿por qué quienes detentan el poder se comportan de forma tal que sus actos dan pie a investigaciones que erosionan su imagen, el sentido de la dignidad en que se afirma el ejercicio de la cosa pública?

¿Qué se creen los seres humanos mientras ejercen el poder? ¿Que lo pueden todo? ¿Que pueden acomodar su accionar a conveniencias, en desmedro de la misma misión a cargo, de su paso por la historia? Olvidaron su proyección ante los conciudadanos que en la mayoría de los casos confiaron en que honrarían lo que juraron cumplir y hacer cumplir, la Constitución, las leyes y las instituciones.

Y lo peor, sin considerar latitudes, parece que existe un código de comportamiento común, no importa que sea en Asia, África, Oceanía, América o Europa, los seres humanos dañan lo que tocan como si perdieran el sentido de la realidad.

Una verdadera pena, cuando deben saber que siempre estarán vigilados, de alguna manera…

Quizás algún día aprendamos.

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