La vida no solo ha cambiado por los daños a la salud y al desenvolvimiento económico. Está la secuela menos perceptible. ¡Cómo los seres humanos entran en un desconocido proceso de evolución conductual!
Concebido para habitar en comunidades, grandes, pequeñas, diminutas; estructurado para vivir en un plano más cerrado para los momentos íntimos, de golpe se ha visto sometido a una regla convenientemente llamada “distanciamiento social”.

El distanciamiento social no solo aleja a las personas materialmente en los centros de trabajo, en los intercambios en las más diversas expresiones, llámese actividades de conocimiento, entretenimiento o franca diversión. Condiciona a la adopción de una conducta que ha de aprenderse de manera gradual, se asimila y debe ser reflejada en la cotidianidad.

Las comunidades humanas están condenadas al aislamiento, y en alguna medida a la segregación, a apartarse de sus congéneres.
Es un peligro estar cerca. La covid-19 ha impuesto esas líneas que asimismo se proyectan sobre el espíritu y la voluntad de todos.

La regla debe ser obedecida. La regla sugiere que mientras más se practique la separación, habrá mayor garantía de preservar la salud.

Las bodas no han sido prohibidas, pero deben celebrarse según un protocolo covid-19, bajo autorización del Estado. En igual rango quedan las demás celebraciones primarias: cumpleaños, encuentros o cualquier otra forma de socialización.

Hasta las reuniones para alimentar la fe quedan bajo esta nueva forma de vida. Lo mismo para los momentos más tristes. Cuando muere un pariente o un amigo, o un vecino, igual el acompañamiento no debe traspasar la norma. Corres peligro.

Son tiempos difíciles que marcan lejanías, que apartan. Hacen los seres humanos más rígidos, desapegados, cautelosos de cualquier aproximación que pueda poner a riesgo la salud y conducir directamente hasta el fin de los días.

En la nueva realidad, ¿pueden sobrevivir la alegría y el amor?

¿Cómo se acumula todo eso donde se alojan los sentimientos, en el corazón, en el espíritu o profundamente en el cerebro?

¿Cómo concebir la vida en estos tiempos en que celebrar es un riesgo y acompañar un peligro, aunque se trate de expresar de la manera cercana y profunda la solidaridad humana?

La vida continuará, pero son tiempos difíciles.

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