Una forma establecer una política pública para disuadir el consumo de un determinado bien o servicio, es vía el precio, el cual puede ser alterado a través de impuestos, tasas u otras cargas fiscales.

Se trata, por lo general, de decisiones que se toman desde el Gobierno cuando hay interés en desestimular el denominado consumo suntuario.

En el país, en épocas pasadas, era muy común gravar con altas tasas impositivas los llamados vicios, que son bienes que pertenecen al sector vinculado a la diversión y que por tanto la posibilidad de prescindirlos es mayor que en los alimentos o medicamentos. Sin ser considerados en los de la denominación “vicio” ni entre los suntuarios, los combustibles han sido “manejados” en ocasiones entre los bienes cuyo consumo se ha querido disminuir vía los precios cargados con impuestos. Se ha argumentado que República Dominicana no produce petróleo y que por tanto es un bien que no debe ser subsidiado porque afecta la balanza comercial, el tipo de cambio y en fin, la estabilidad financiera. Esos conceptos fueron citados y argumentados cuando se presentó el proyecto para la que finalmente se aprobó como Ley de Hidrocarburos.

Para entonces el manejo discrecional del factor precio de los combustibles era una amenaza para la estabilidad macroeconómica. Con la ley se buscó, y en cierto grado se logró, frenar la venta subsidiada de combustibles y obtener recursos para pagar la deuda que esa misma subvención había acumulado.

A medida que el tiempo fue pasando, el Gobierno iba descubriendo el potencial recaudador de los combustibles y los fue gravando. Ya los impuestos representan, al menos para las gasolinas, entre el 39 y el 40 por ciento del precio final a como se venden al público.

Una nota que se publica en la página 15 de esta misma edición refleja como en los primeros nueve meses del año en curso la demanda de la gasolina regular, de los dos tipos de gasoil, el avtur y el GLP disminuyeron entre 1.91 y 19.70 por ciento, en comparación con igual periodo del 2017. La explicación que surge del análisis es que los precios altos que hasta septiembre prevalecieron, indujeron a una contracción de la demanda, y parece que hasta le produjo cierta disciplina al consumo.

Pero las presiones imposibilitan aplicar esa disciplina en forma permanente.

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