Resultó irritante la forma en que fue ejecutada la detención del exministro de Salud Pública Lorenzo Wilfredo (Freddy) Hidalgo.
Fue un exceso no permitirle siquiera cubrirse, ponerse ropa, una vestimenta. Fue humillado, innecesariamente, porque estaba bajo control de la autoridad, sin lugar a escapatoria.

Eso no debe repetirse y no requiere más razones que el recato en el desempeño del rol de autoridad. Para cumplir una medida no se debe abusar de las personas, de la condición humana. Eso no es justicia, es un acto de fuerza.

Las autoridades a cargo de la acción persecutoria de ilícitos, en este caso, contra los bienes públicos, tienen que someterse estrictamente a las normas del derecho, y respetar el procedimiento previsto. Se espera que en las próximas horas se presenten los cargos y los detenidos sean llevados ante un juez.

Las detenciones mandan una señal clara: hay una voluntad para perseguir los crímenes contra el erario. Obviamente, estos hechos tensan las relaciones entre las partes afectadas y la fuerza política gobernante, al margen de que el Ministerio Público simplemente cumpla su función. Es su papel.

No tiene que haber lugar a componendas. Un ilícito no tiene que ver con la acción política. Debe primar el imperio de la ley.

La pregunta obligada es, viendo la dimensión de los hechos: ¿hasta dónde llegarán las autoridades?

Las detenciones también podrían ser sugerentes. Quienes están a cargo de la actual Administración deben medir sus pasos. Hacer realidad la palabra transparencia y apartarse de todo lo que sea uso indebido de los bienes públicos.

Estas persecuciones contra supuestos ilícitos van más allá del momento. La ciudadanía está atenta. Cualquier acto que dé lugar a un procedimiento persecutorio entraña un nivel de descrédito público. En consecuencia, no solo se corre el riesgo de la sanción penal.

Hay que andar por la regla. Si existe una voluntad y un empoderamiento de la representación de la sociedad, significa que mañana esa determinación deberá establecerse con más rigor y mayor firmeza.

Asumimos que estamos solo en el principio de un nuevo ciclo en la vida pública dominicana. Deseamos creer que es así.

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