Las autoridades continúan registrando operaciones del narcotráfico y el micro tráfico. Pese a todo, la violencia originada por esas actividades en estos tiempos es menos perceptible que la generada por los ciudadanos simples, la llamada violencia común, además de la violencia intrafamiliar.
Recientemente el director de la Policía mayor general Edward Ramón Sánchez González hablaba precisamente de que ese tipo de conflictos y el raterismo constituían ahora la mayor preocupación de la institución.

Y en efecto, los conflictos entre ciudadanos, que siempre han existido, parecen incrementarse. Sánchez González compartía cómo provincias que en el pasado reciente no registraban niveles significativos de violencia entre ciudadanos empezaban a aparecer con indicadores preocupantes. Y mencionaba a Barahona y Bahoruco, de las menos pobladas. Pero que acusan una tendencia entre la gente a dirimir sus problemas mediante la violencia.

En el pasado reciente, la violencia protagonizada por bandas organizadas marcaba la tendencia, especialmente en las grandes ciudades, como el Gran Santo Domingo, Santiago o La Altagracia.

La violencia entre los ciudadanos comunes es mucho más difícil de prevenir, porque las autoridades probablemente no disponen de los indicadores que sugieran que en una barriada determinada podrá desatarse un conflicto entre particulares que pueda terminar en violencia.

Sin embargo, a las organizaciones criminales les pueden dar seguimiento, prever la posible comisión de ilícitos por su modo de operación, pero qué hacer frente individuos de una comarca que repentinamente empiezan a comportarse de manera violenta.

Quizás en esas circunstancias las organizaciones barriales y sociales puedan auspiciar programas de concienciación, en pro de una cultura pacífica para la solución de conflictos.

Quizás también los miembros del Ministerio Público pueden interactuar con las comunidades en la búsqueda de soluciones en las infinitas posibilidades de conflictividad en una sociedad carenciada.

La violencia entre los ciudadanos, cualquiera que sea su modo, tiene que ser motivo de preocupación de quienes están llamados a garantizar el orden y la paz social.

A fin de cuentas, esta violencia crea intranquilidad e inseguridad.

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