El verdadero perfil que se requiere del diplomático en estos tiempos, tratando de exaltar más la visión del rol que le corresponde.
Es el deslinde entre el soldado y el diplomático, aunque la guerra y la diplomacia sean partes inseparables de las políticas nacionales.
En otras palabras, los políticos deben actuar y hablar como los políticos y los diplomáticos deben ceñirse exclusivamente a su rol.
Cuando un diplomático trata de actuar y hablar como político, aunque represente la política exterior de su país, por lo general generará más resistencia que afecto para la nación que representa.
El equilibrio entre la palabra y el silencio es una cualidad que se maneja con el tiempo.
El diplomático de hoy es aquel que entre otras cualidades se le reconoce su veracidad, precisión y lealtad con su Patria. Es un guerrero y sus guerras las debe librar con paciencia y sabiduría.
Para un diplomático a diferencia del político, el bajo perfil es un atributo, hablar suave es una herramienta y ninguno de estos dos atributos se contrapone al compromiso de quien representa los intereses de un Estado.
Decía Komura Jutero C. Ministro de Relaciones Exteriores de Japón a quien le correspondió la firma de la capitulación de su país en la guerra con Rusia (1905), que el diplomático, debe usar sus oídos, no su lengua, pues la diplomacia como arte se maneja con prudencia y ella es una de las características del buen diplomático que logra objetivos positivos para su nación.
Enrique Bernstein C. Prestigioso diplomático chileno, reconocido en su país por sus aportes a favor de la paz, resumía su visión de las cualidades del diplomático.
Para este autor en lo personal, la primera condición requerida en uno de ellos es la de patriotismo ya que cualesquiera sean las circunstancias nacionales o internacionales por las que atraviesa su país, con más razón y devoción debe servirle.
De ahí que los diplomáticos tienen que proteger los intereses de su nación igual que el combatiente que defiende el suelo de su país.
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