El fenómeno de la migración -como lo fue el de la esclavitud (y sus nuevas modalidades), trata de personas y las migraciones- es un problema histórico-estructural universal del que ningún continente, región o país está exento, de una u otra forma, y por tanto está más asociado a lo geográfico-fronterizo, socioeconómico y no pocas veces a un instinto primario de sobrevivencia del hombre. Por ello, hoy día el tema migratorio es una realidad fáctica -más que nada- que encuentra su explicación histórica-lógica en una pésima gestión migratoria-fronteriza y en el contexto global-conceptual del subdesarrollo (en otras palabras, ¿por qué la gente emigra de su país de origen?).
Partir de otras variables es, sencillamente, lectura o política de avestruz; o peor, querer encarar el problema desde una óptica o salida fácil: repatriar sin antes reconocer que el país receptor no ha sabido gestionar o legislar adecuadamente ante un flagelo global que puede ser aprovechado, si se gestiona eficazmente u ordenado, o de consecuencias socioeconómicas-culturales impredecibles o catastróficas (choque de civilizaciones) si se maneja mal, no importa a qué escala.
Por otra parte, y es común, el hecho de que algunos países aborden el tema desde la repatriación compulsiva o política-coyuntural, como sucede en nuestro país y otros, que es la peor manera de encarar el asunto, pues si se convierte en respuesta o política de cualquier estado debería empezar no por aquellos migrantes integrados a la fuerza laboral sino por aquellos que delinquen, no se adapten e integren socialmente o no respeten las normas y costumbres del país receptor; o sencillamente, que, por múltiples vías o fraudes, se hayan convertidos en cargas socioeconómicas en un determinado país y su economía.
Por tanto, si se va a repatriar lo aconsejable es que se haga selectivamente y a partir de reconocer fallas endógenas y siempre respetando los derechos humanos de los migrantes que, en mayoría, no son delincuentes sino ciudadanos que salen o son expulsados de sus países de origen por irresponsabilidad política de sus gobernantes, subdesarrollo, crisis sociopolíticas, conflictos armados, entre otras causales.
De modo, que siempre será incorrecto; aunque soberano de cada país, expulsar masivamente migrantes, pues casi siempre dicha salida o respuesta es política-coyuntural, proclive a excesos o abusos de autoridad; y no pocas veces, miopía de Estado al encarar un fenómeno que es histórico y global. En fin, hoy día los países están obligados a legislar y emprender nuevas modalidades de gestión migratoria-fronteriza eficaz (ejemplo: programas o experiencias exitosas en la materia -ya documentada-, reformas o políticas bien diseñadas a partir de la realidad de un fenómeno global que guarda mucha relación con distribución desigual de riquezas, subdesarrollo, corrupción pública-privada e irresponsabilidad sociopolítica por parte de los países emisores).
Finalmente y a propósito, vale mucho el cambio de postura del presidente Donald Trump frente al neurálgico y estratégico tema de la migración irregular (fuera de cualquier razón última); y es muy probable -como señalé en otro artículo-, que, precisamente, sea en una administración republicana que se materialice otra reforma migratoria (Reagan-1986). De modo que no es rentable, a largo plazo, hacer política u oposición mediática-electoral con el tema migratorio. Ya veremos.