Al fin y al cabo, los liderazgos unipersonales se tragaron los partidos políticos en nuestro país. Primero, fue crisis de partidos: déficits de democracia interna, suplantación orgánica-institucional; y finalmente, los partidos como propiedad o monopolio de los liderazgos presidenciales o que han pasado por el poder -Hipólito Mejía, Leonel Fernández, Danilo Medina; y ahora, Luis Abinader-. La cultura del dedazo terminó con el sistema de partidos y lo que queda son siglas o retazos de otrora partidos (la escuela política de Bosch -la única que ha conocido el país- se fue a la porra: ya no hay debate doctrinario-ideológico, plataforma programática, discusión de la agenda-país sino proyectos presidenciales).
En tal sentido, el 2028 se nos proyecta como una pasadera de viejos liderazgos y aspirantes-marketing de grupos empresariales, actores del bajo mundo y unos que otros, como Francisco Javier García, formado y fraguado en las lides partidarias y experiencias de Estado; los demás, a excepción de Leonel Fernández, son globos de ensayos de empresarios o funcionarios -estatales-municipales- tras retazos de poder en el organigrama gubernamental.
Hay, por supuesto, una camada de líderes jóvenes -Ariel Jiménez, Omar Fernández, Zoraima Cuello, Yadira Morel- que luchan por procurar una presencia activa, pero están atrapados o subyugados por esos liderazgos dueños de “partidos” o sino por un sistema político-electoral clientelar que se las pone cuesta arriba.
Por otro lado, hay asomo de un outsider que no termina de irrumpir o cuajar, con consistencia y determinación, en el espectro político-nacional o que se queda rumiando entre denuncias, bravuconadas o lo que voy a hacer si llego al poder. En otras palabras, una suerte de cuco o carabina vacía que solo vocifera y denuncia; pero no se faja a construir un proyecto o movimiento político-electoral con opción de poder real (todavía Juan Bosch sigue siendo una hazaña histórica insuperable).
En fin, que el 2028 se proyecta, hasta ahora, entre viejos liderazgos, aspirantes-marketing y unos liderazgos jóvenes que no se atreven a desafiar a los dioses-dueños de lo que queda del otrora sistema de partidos ¡Qué desgracia!
Y así, si no hay un bloque opositor unificado -entorno a un candidato desde la primera vuelta (algo que esta semana se especuló, sin visos de credibilidad)-, me temo, que el presidente Luis Abinader tendrá la última palabra…..(a menos que Hipólito Mejía no termine, como Leonel Fernández en 2020, orquestando un zafarrancho). En fin, que si la oposición no se unifica, desde la primera vuelta, será cuesta arriba desalojar al PRM -sus variopintos y oscuros aliados- del poder.