No hay un alcalde del Gran Santo Domingo o el Distrito Nacional que haya intentado resolver el caos que es conducir en nuestra ciudad capital. La ausencia de un transporte colectivo eficiente, estatal o privado, ha sido imposible.
Las mafias del transporte, disfrazados, cuando les conviene, de sindicalistas, otras de empresarios, tan poderosos que ofrecen construir metro y teleféricos, pero, al fin y al cabo, mafiosos al fin.

Recuerdo cuando lanzaron bombas molotov a una guagua que llevaba empleadas de una zona franca y una de ellas fue severamente afectada.

Nada pasó, excepto que una madre de familia que no tenía nada que ver en los intercambios mafiosos fue desfigurada para el resto de su vida.

Me gusta conducir en carreteras, de hecho, tengo un viejo Mercedes Benz del 2006 que mis hijos le dicen el clásico y en casa del concesionario dicen que no hay un vehículo mejor mantenido.

Pero contaré mi experiencia conduciendo un día. Salí de mi casa, la calle no es preferencia así que me detengo hasta que puedo pasar, el vehículo detrás de mí toca bocina desesperadamente, me insulta, pero no puedo cruzar porque vienen vehículos que tienen su derecho a seguir.

Al tomar la Máximo Avilés Blonda, que es de una vía norte-sur, me encuentro con dos deliveris, uno por cada lado, en vía contraria, que debí esquivar. Ambos me lanzaron todo tipo de improperios porque yo iba correcto y ellos violaban las leyes.

Decidí poner el radio para hacer la travesía más amena. Mi programa preferido, Cuentas Claras, discutían Luis García y Hugo López, el tema era interesante pero no podía poner mucha atención. Tenía que salir a la 27 de Febrero, por las calles internas para ganar algo de tiempo, pero también perder algo de mis nervios. Una de las calles era un taller de reparación de vehículos y la única posibilidad de pasar era esperar que un camión lograra calcular cada centímetro para pasar sin afectar los vehículos en reparación.

El dueño de la calle, digo del taller, le gritaba al camión que cuidado con los vehículos que estaba arreglando, porque sin dudas él había comprado la calle.

Después de veinte minutos de espera, llegué a la 27 de Febrero, pero no todo termina ahí, ya que hay que saber lo que es la esquina de Pinturas.

Un motorista en contravía, los que transitan por esa congestionada avenida saben lo que es, iba en zigzag entre todos los carros, no sé si otros fueron afortunados como yo, pero a mí me rayó el carro, me dijo adiós con una amplia sonrisa que daba ganas de ahorcarlo, aunque fuera temporalmente.

Finalmente, llego al peaje y como siempre hay uno, para no mencionar ninguno de sus antecesores, que entra al carril expreso sin haber comprado el paso rápido.

Las protestas contra los cambios viales son comunes, hay que tener en cuenta las juntas de vecinos que muchas veces pueden servir de gran ayuda.

He oído las protestas por la idea de convertir la Abraham Lincoln y la Winston Churchill en una vía cada una. Esas protestas las oí cuando muchas calles y avenidas fueron convertidas en una vía.

Nunca olvido cuando la comercial calle El Conde se convirtió en una vía, las protestas, aún mayores, cuando la cambiaron a peatonal. Hoy esa calle se ha convertido en un paseo que disfrutan dominicanos y turistas.

Cada día entran más vehículos a nuestras calles, nuevos y usados, los famosos vehículos travestis, que son los carros que antes de venir al país le cambian el guía de la derecha a la izquierda.

Apoyemos a nuestra alcaldesa Carolina Mejía y a Hugo Veras, que desde que fueron candidatos tenían ya un plan elaborado, un plan para que nuestras calles no se asemejen a los carritos locos de las ferias de diversión.

Feliz Semana Santa, recordemos conducir con prudencia, usar mascarillas, distanciamiento y si le toca vacunarse hágalo, la vida es más importante que unos días de playa. Y recordemos siempre el verdadero sentido de la Semana Mayor.

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