Ahora, cuando ya este Abril se despide, respiro profundo su brisa y me sumerjo en la materialidad de sus horas de metales callejeros y en las sombras de sus copas altas. Ahora que se va, recorro sus piedras centenarias en medio del bullicio dominguero de la vieja plaza cafetaria… Pero no cesa el recuerdo de aquel inmenso Abril de 1965, aunque ya no haya estruendos en estas jornadas, que aún guardan huellas patrióticas demasiado largas y heridas nunca cicatrizadas. Y ahora que este Abril se va, digo que aquel Abril de puños y armas en alto es nuestro recuerdo más grande, doliente y heroico, todavía vivo, infinito e irrenunciable.

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