Convencido de que el Estado haitiano ya no existe (los 13 años de la Minustah lo demostraron); de que el capital norteamericano andaría por su cuenta (y quien no lo crea que le pregunte a los Clinton); de que, por sus diferencias culturales e idiosincráticas, Haití difícilmente puede interactuar con la comunidad latinoamericana; de que para la mal llamada “Comunidad Internacional” Haití es un pésimo negocio, y, sobre todo, convencido de que esta isla bien podría acoger a más de 25 millones de personas, Estados Unidos está urdiendo muy en serio la unificación de ambos países… (Y no le importa la suerte que Dios reparta).

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