Debo confesar que lo que hoy escribo es de lo más indeseado en 42 años de estar escribiendo sueños y vivencias de incorregible andariego. Porque él me rescató del hambre en los primeros tiempos de mi exilio, al improvisar una pequeña biblioteca en nuestra Embajada en México para que yo la cuidara a cambio de un pequeño salario; porque él fue el primero en advertir en mí lo que yo no imaginaba: que me tocaría ejercer la palabra como oficio; porque él siempre me ha sido referente del pensamiento alto y la buena amistad…Por todo eso nunca pensé que Marcio Veloz Maggiolo algún día dizque moriría (un
hecho que me parece totalmente falso).

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