El 4 de julio de 1776 los padres de la patria norteamericana soñaron lo mejor para la gran nación que creaban: justicia para todos, democracia plena, igualdad ante la ley, respeto a los derechos ciudadanos, leyes e instituciones consecuentes con las aspiraciones populares y, sobre todo, gobernantes leales a los deberes y conducta que la sociedad demanda de ellos. Ciertamente, imaginaron el mejor futuro para su pueblo. Pero no podían imaginar que el presidente número 45 en esa larga historia sería un loco (por lo que lamentablemente no dispusieron prevenciones psiquiátricas en la Casa Blanca, como a partir de ahora es necesario).

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