En una ocasión al Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, se le preguntó cuáles son las pruebas de actitud y vocación que se le hace a quien desea estudiar periodismo y la repuesta fue determinante: “Los periodistas no son artistas”.
Estas reflexiones por el contrario se fundan, precisamente, en la incertidumbre de que el periodismo escrito es un género literario.
Lo malo es que la mayoría de los estudiantes y muchos de los maestros no lo saben o no lo creen. Tal vez a eso se deba que sean tan imprecisas las razones de que la mayoría de los estudiantes han dado para explicar su decisión de estudiar periodismo y publicada en ese entonces en la Revista Pulso, de Colombia.

Uno dijo “tomé periodismo porque sentía que los medios ocultaban más que lo que mostraban”. Otro narró “desde pequeño me gustaba oír historias y leer”. Y otro dijo “porque es el mejor camino para llegar a la política”. Solo uno atribuyó su preferencia a que su pasión por informar supera su interés por ser
informado.

La pasión de informar a través de una sala de redacción de un periódico, cuando las raíces históricas y culturales los arropan y tienen que informar algo que los identifica a todos y prepararse para hacer una portada, todavía no la he vivido.

Pero sí la pasión de opinar en los medios, ya que la misma tiene diversas denominaciones desde que se le confirmó como género aparte y como fundamental de una de las cuatros funciones principales de un periódico.

A saber. La función informativa, de orientación, educativa, opinar y puede ser personal como la de los artículos e institucional como es el caso del Editorial.

De ahí que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, textualmente dice en su artículo 19: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

De lo anterior se desprende que el derecho a la información es una facultad esencial de cada persona de atraerse información, para ser informada y poder informar.

Una democracia se fortalece con el libre flujo de la información, promoviendo la crítica a todos, incluyendo a los medios noticiosos, pero no entorpeciendo el trabajo de ninguno de ellos. El derecho humano de informar y ser informado es fundamental.

Para terminar en mi modesto criterio el derecho a la información es el privilegio de una libertad universal, indivisible e independiente que tiene toda persona el cual puede recibir y difundir. No es lo mismo estar informado que contar con toda la información, y esto último es imprescindible para que se pueda generar una opinión objetiva.

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