En los tiempos modernos, los líderes de cualquier área de la sociedad deben tener la humildad como una de sus carácterísticas esenciales. Eso lo enseña el líder más grande que ha tenido la humanidad en toda su historia: Jesús.
Jesús es el verdadero y más completo modelo de humildad. Una de las grandes enseñanzas de Jesús fue la de ser humilde. El nos exhorta y nos enseña que debemos practicar la humildad en cada una de las áreas de nuestras vidas teniendo presente que , tal y como dice 1era de Pedro 5:5, “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.”

La humildad es lo contrario del orgullo o la arrogancia. El humilde debe ser modesto, es decir, reconocer sus limitaciones. El humilde debe ser sumiso y saber ceder. Dios quiere que seamos humildes, por eso Jesús nos llama a que practiquemos la humildad de manera permanente. En Mateo11: 29 el nos llama a ser “mansos y humildes de corazón”. Y Jesús lo mostró con su ejemplo. Uno de las pruebas más grandes de humildad la dio cuando en la cena con sus apostóles, el jueves santo, fue capaz de humillarse y lavarle los pies a cada uno de sus discípulos. En ese tiempo lavarle los pies a alguien era una acción deleznable, indecorosa, propia de esclavos. Pero Jesús la hizo con sus discípulos para dejar sembrado el modelo en cada uno de ellos, y para que entendieran que quien desea ser el mayor “debe aprender a ser el menor”.

Es una gran verdad que Jesús es el verdadero modelo de humildad. Si queremos ser humildes, debemos ser como Jesús.
Debemos actuar en cada situación de nuestras vidas como lo haría él. Cada vez que la prepotencia, la arrogancia, el orgullo, la maledicencia nos provoquen, cada vez que nos sintamos superiores a lo demás, cada vez que tengamos un poco de poder en las manos y querramos hacer daños a otros, cada vez que nos pidan hacer algo incorrecto para hacerle un mal al próijimo, pensemos en cómo actuaría Jesús en ese momento y actuemos nosotros de esa manera.

Cuando somos humildes, enfrentamos las situaciones como lo haría Jesús.

Ser humildes es llenarnos de la gracia de Dios y buscar esa paz que sobrepasa todo el entendimiento humano, como dice el apóstol Pablo en Filipenses 4:7. Actuar con humildad es ser capaz de vencer el orgullo y la prepotencia, de aprender a perdonar y derrotar la vanidad, la amargura y la sed de venganza.

En toda la historia de la humanidad, para quienes manejan el poder y las riquezas es muy difícil ser humildes, pues convierten en dioses esos dos elementos, y se olvidan del ejemplo de Jesús.
El poder no cambia a la personas, sino que las revela como son en verdad. Si no hay humildad antes de llegar al poder, no la habrá al momento de ejercerlo. La prepotencia y el orgullo se ganará a esos individuos, y su accionar estára lleno de maldad y de odio para con sus semejantes.

Para evitar que la prepotencia y el odio envenenen nuestros corazones, debemos ser humildes y aprender de Jesús. Debemos ser humildes en nuestros hogares, con nuestras esposas o esposos, con nuestros hijos, con nuestros vecinos, en nuestro trabajo, con las autoridades, con quienes dirigimos, con quien nos maltrata, con quien nos pide. Necesitamos ser humildes siempre, ser como Jesús cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo. Jesús es nuestro modelo para practicar la humildad.

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