¿Qué se persigue con publicar una encuesta dos años antes de unas elecciones para predecir el triunfo de un aspirante presidencial que todavía no es candidato oficial de ningún partido? ¿Por qué los datos de una encuesta se hacen público con tanta antelación? ¿Quién la paga? ¿Quién o quiénes están detrás de ella? ¿Cómo creer en la seriedad de una encuesta que más que radiografiar los sentimientos o simpatías existentes en el momento de su realización, hace pronósticos sobre un futuro lejano acerca del cual gravitan muchos imponderables?

En la cobertura mediática no se hacen estos cuestionamientos válidos, a pesar del hecho de que el político favorecido con el vaticinio, el expresidente Leonel Fernández, es cliente de la firma encuestadora, como se ha publicado en numerosas ocasiones, sin que nadie lo refutara. Y surge entonces la pregunta ¿por qué una prensa tan crítica e independiente publica estos vaticinios de Asisa sin cuestionarlos? Las preguntas no formuladas son lógicas y extraña que no se hicieran al publicar tan atrevido pronóstico sobre el futuro. Indagar sobre qué se persigue son válidas porque a tanta distancia del proceso electoral es evidente que el propósito es condicionar a la opinión pública y tratar de influir en una futura elección partidaria en que ya existen varias opciones, una de las cuales compite con enorme ventaja sobre las demás por su condición de presidente del partido.

Asisa atiza el panorama y aquí vale cuestionar si este tipo de promoción es legal fuera del periodo de campaña que el órgano electoral, la JCE, no ha abierto todavía. Además, es sorprendente la atención que los medios les prestan a los resultados de un supuesto estudio cuyo hallazgo ha sido descubrir que si las elecciones fueran mañana, y no dentro de 21 meses como lo serán, el expresidente Fernández ganaría con un 48%, lo que además obligaría a otra ronda de votación.

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