Siempre he dicho que ir a una universidad para formarnos en una carrera no debe tener como objetivo central solo tener un título para colgarlo o archivarlo.
Ciertamente la teoría es parte del comienzo hacia una vida profesional, pero el ejercicio en sí es lo que nos permite poner en práctica lo aprendido en las aulas y ver que allá fuera la realidad pinta de otro color.

En la universidad no nos enseñan a hacer una nota de prensa ni a tener un olfato periodístico para ser certeros y cuidadosos a la hora de informar, eso se desarrolla en el camino con las vivencias.

A los peores estudiantes, a los que obligaban los padres a hacerse de una profesión, los escuchaba decir: “A mí solo me interesa el título y ya… no voy a ejercer el periodismo”. Era muy triste oír esto, que no solo pasa en mi área, pasa en muchas.

Pero, ¿cuándo somos periodistas realmente? Pues cuando decidimos serlo por convicción y vocación. Es el primer paso para abrazar un oficio o una carrera, vas con toda el hambre de aprender y ser de los mejores, porque ha sido una decisión propia y no influenciada.

Somos periodistas, cuando tomamos la decisión de formarnos en la carrera por amor a la misma y a ser la voz de otros para edificar. Somos periodistas, cuando no usamos el dolor ni el morbo de un ser humano que sufre o ha sido víctima para “dar un palo noticioso”. Somos periodistas, cuando defendemos nuestro oficio con la moral en alto y siendo coherentes. Somos periodistas, cuando hemos vivido en carne propia la noticia.

Invito a todo el que decida estudiar una carrera, ya sea periodismo, medicina, derecho o cualquier otra, a analizar bien si lo hace por amor a la misma y lo que puede lograr por la sociedad a través de su decisión.

Y esto es importante: en el caso de los padres, nunca se debe imponer a los hijos estudiar algo que no amen ni les apasione, es un error terrible querer trasladar los sueños paternos o maternos a que sean concretados por la descendencia. Los hijos no deben cargar con la culpa ni las frustraciones de sus progenitores.

El verdadero éxito es saber que lo que somos, fue una elección nuestra por convicción y vocación, así seremos buenos en algo que amamos.

¡Gracias por leerme!

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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