En la fase preliminar de investigación para un libro, en Global, indiscutiblemente la mejor revista dominicana de temas científicos y culturales, encontré una notable exhibición del difícil arte de no hacerse entender, experiencia literaria que me puso en el enojoso compromiso de cuestionar, defecto propio de la edad, mi personal capacidad para asimilar lo que a tantos académicos les resulta tan sencillo.
Veamos unos párrafos de un estudio sobre la industria azucarera publicado en el 2012, de la periodista argentina María Marta Lobo, que ya comentara en su momento:

“ La teoría de sistemas de Luhmann ha servido para explicar el dinamismo de los procesos sociales, producido por la condición de auto referencialidad de los subsistemas que se reconocen a sí mismos y en esa misma observación a su entorno. Se trata de las luchas de cada subsistema por lograr la propia unidad y la reducción de la complejidad. Los mismos cruces que permiten la construcción, en base a las diferencias, de los imaginarios sociales”.
¡Recórcholis!

Y este otro: “La posibilidad de encontrar en los sistemas impuestos por la economía azucarera en América Latina una instancia generadora de imaginarios sociales plantea el desafío de poner en funcionamiento los mecanismos de distinción entre relevancias y opacidades para establecer con precisión la configuración de esos imaginarios”. Uno más: “La perspectiva de la sociedad como sistema autorreferencial y autopoético permite abandonar la ideas de las imposiciones de relevancia sin que la opacidad oponga resistencia”.

O aquel que dice: “El imaginario de orden está presente como antecedente del mismo imaginario de orden establecido por el procesamiento que realiza la esfera de los medios de comunicación, proceso que es resultado, tanto antes como hoy, de una sociedad fragmentada que permite y legitima las relevancias establecidas por alguna otra esfera dominante”.
¡Diantre!

Posted in La columna de Miguel Guerrero, Opiniones

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