Hace años me referí a la evidente intención partidista de un correo electrónico con una declaración atribuida al político, orador y pensador romano Marco Tulio Cicerón, pronunciada supuestamente 55 años antes de Cristo, aplicable a la situación de entonces en el país, y que hoy encaja todavía en la realidad que enfrentamos.
Según el suelto cibernético, en aquella denuncia ante el Senado de Roma de la conspiración de Lucio Sergio Catilina (recordemos su histórica filípica: “¿Hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia, Catilina?”), Cicerón habría dicho lo siguiente:
“El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado”.
En la recopilación de sus arengas políticas, no encontré esa frase, pero imagino que de algún lugar ha sido extraída. De todas maneras, lo importante es el mensaje implícito en ella. Masivas designaciones en posiciones inexistentes en la burocracia, en el país como en el exterior, y muchas otras medidas del Ejecutivo no hubiesen gozado hace ya más de veinte siglos de la consideración del gran tribuno romano y ponen a pensar seriamente en el sentido de ecuanimidad y respeto a las normas prevalecientes, incluso en los inciertos momentos de crisis actuales.
Lo cierto es que pronunciado o no por Cicerón, el suelto retrataba y aún retrata una realidad nacional que la mayoría quisiera ver superada. Y nos recuerda aquella otra enseñanza suya, extraída de uno de sus más famosos discursos en el Senado, poco antes de su muerte, ocurrida 43 años antes de Cristo: “El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretenda hacerse superior a las leyes”.