El portador de la misiva del exdictador argentino Juan Domingo Perón, exiliado en Venezuela desde su derrocamiento en 1955, le informó al embajador Bonnelly el deseo de este de encontrar refugio en la misión diplomática y conseguir salvoconducto para viajar a Ciudad Trujillo, donde el dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo le recibiría con “los brazos abiertos”. La presencia de Perón en Venezuela no era bien vista por los opositores a Pérez Jiménez y el líder argentino temía que el desorden que seguiría a la caída del régimen pusiera en peligro su vida.

Bonnelly fue en busca de Perón y le dio refugio en la embajada, poniendo cablegráficamente a Trujillo en conocimiento del caso. La presencia de su huésped generó protestas y manifestaciones alrededor de la residencia diplomática, atacada incluso a tiros, para lo cual se hizo necesaria doblar la seguridad.

En horas de la tarde del lunes 27, Perón abandonó la misión en compañía del embajador Bonnelly, por orden de la junta de gobierno, para abordar un avión en el aeropuerto La Carlota, que lo trajo a la capital dominicana, entonces Ciudad Trujillo. Habían transcurrido 97 horas desde su refugio en la embajada dominicana. En su edición del día siguiente, martes 28, El Nacional de Caracas reseñó que la salida de Perón fue la culminación de una serie de acontecimientos que alcanzaron su clímax el día anterior, cuando en horas de la madrugada personas no identificadas, presumiblemente argentinos, dispararon contra la residencia de la Embajada.

“Ante la situación creada por el ataque a la misión, la Junta de Gobierno acordó la salida del país de Perón, y a través de la Dirección de Extranjería, hizo efectiva la orden ayer a las 5:50 de la tarde. El asilado, acompañado del embajador Bonnelly, abandonó el país en un avión de la línea Taca, del tipo Douglas DC-3”, informó el diario.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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