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El Leonel Fernández que Fidel Castro dibujó de la entrevista entre ambos en su último encuentro en La Habana, es muy distinto al que el pueblo cree conocer. Fernández tendrá sus razones para sentirse honrado de ese encuentro, pero los elogios mutuos que se hicieron no le hacen bien a su reputación como líder democrático y tolerante de las ideas ajenas. Castro era un tirano implacable y sus ideas gobiernan a Cuba todavía, años después de su muerte.

El artículo que publicó sobre su reunión con Fernández tiene además un sonoro toque burlón, al describir la pasión con la que su visitante le exponía su teoría sobre la crisis de la economía mundial. Fernández, según Castro, consumió buena parte de la entrevista de dos horas explicándole las diferencias entre un billón y un trillón; a él, un hombre que en el mismo artículo confiesa que aprendió a sumar y restar antes que a leer y escribir.
La fotografía de ambos distribuida a la prensa internacional tiene una historia que Castro pudo ahorrarse, pues no parece propio de un líder como el dominicano implorar por ella como una prueba de su encuentro, según dijo el líder comunista en su escrito.

Además, las opiniones sobre el capitalismo «venenoso» puesto por Castro en labios de Fernández no concuerdan con el discurso al que éste nos tenía y tiene acostumbrado.

Tal vez lo más interesante es la revelación que Castro hace de las intenciones de Fernández con los fondos de pensiones, que pudo originar muchas controversias dada la amarga experiencia sufrida en otros países por el uso por gobiernos de los fondos de retiro, que dejaron en la inopia a millones de trabajadores.

Es obvio que la entrevista con Castro fue el objetivo del entonces presidente dominicano en ese viaje a Cuba. Pero los resultados cuestionan su lealtad al ideal democrático. Y traigo todo esto a discusión porque Fernández aspira ser por cuarta vez presidente.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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