Tal vez solo los amantes de la ópera en el país, y sería una lástima, han escuchado cantar a Juan Diego Flórez, pero este aún joven peruano nacido en 1973, está considerado como una de las grandes voces de todos los tiempos. Debutó en marzo de 2012 en el Metropolitan de Nueva York con Elixir de amor, la ópera bufa de Gaetano Donizetti, en el papel de Nemorino, junto a la soprano alemana Diana Damrau, aclamada como una de las más brillantes a nivel mundial por su excepcional dominio de la coloratura y su equilibrado, sensual y hermosísimo timbre.
Flórez adquirió parte de su fama por el arrojo con el que asumió el desafío de incorporar a su repertorio, una de las arias más difícil para tenor, Ah!, mes amis, de La hija del regimiento, de Donizetti , considerada por los críticos como el Everest del bel canto. Esta aria es particularmente compleja no sólo por los nueve Do altos, que Flórez alcanza con extraordinaria facilidad debido a que la parte más alta de su registro es, de acuerdo con los críticos, “particularmente poderosa”, lo que le permite llegar hasta un Mi bemol alto, como lo ha demostrado incluso en actuaciones en vivo.
La mayoría de los tenores evaden interpretar esa aria por las dificultades de alcanzar los nueve Do altos sucesivos que están casi al comienzo del mismo primer acto, cuando apenas comienza a calentarse la voz. De Flórez se han escrito los mejores elogios. Plácido Domingo dijo que se trata del “más grande tenor ligero de todos los tiempos”, y Pavarotti llegó a decir que su rápido e indetenible ascenso recordaba la carrera del incomparable tenor canario Alfredo Kraus.
Aunque carece de la amplitud de otros líricos de su generación, la voz de Flórez se destaca por su excepcional belleza y enorme capacidad para hacerse escuchar en los escenarios más extensos. Su técnica excepcional, dominio de la coloratura y especial sensibilidad justifican su fama.