La ocurrencia interminable de robos de cosas sin valor aparente, conlleva irremisiblemente a la pregunta: ¿Nos estamos convirtiendo por la crisis económica en una nación de cleptómanos? La idea es aterradora. Pero crece en la mente de muchos dominicanos desazonados por estos hechos insólitos que evidencian, sobre todo, el poco respeto que existe entre nosotros por la propiedad ajena.
Hace un tiempo se publicó la desmoralizadora noticia de que alguien había hurtado la placa de bronce con la que el país recordaba al mundo el lugar donde el almirante Cristóbal Colón había amarrado una de sus naves al descubrir la isla. Las calles y plazas de la ciudad están llenas de huecos producidos por el robo de alcantarilladas y tapas de hierro. Numerosas personas, de distintas edades, han sufrido las consecuencias de esta malsana y deshonrosa práctica, al caer en los hoyos dejados al descubierto por la sustracción de esos objetos metálicos, que no estaban allí sólo con fines ornamentales sino cumpliendo con una función de indiscutible utilidad para los ciudadanos.
Gente inescrupulosa carente de sentido cívico, sustrae los llamados “ojos de buey”, que sirven como sustituto de la iluminación en las noches y como delimitantes de los carriles por donde debe fluir el tránsito vehicular.
El deterioro moral en el país ha alcanzado niveles tan degradantes, que muchos ciudadanos no parecen prestarle demasiada importancia a cuestiones de este tipo. Y desde su muy peculiar percepción de los problemas nacionales no dejan de tener razón. En medio de tanto latrocinio pudiera ser irrelevante ocuparse de cosas tan aparentemente pequeñas, podrían llegar a pensar, pasando por alto el hecho de que el respeto y la observación de reglas que no conllevan grandes sanciones, es el principio por donde la democracia se afianza y los derechos de los ciudadanos a vivir en paz y sin temor cobran vigencia.