No le veo gracia a la insistencia oficialista de que el país está quebrado. Si bien ese discurso fue muy útil en los días febriles de campaña, dudo que lo siga siendo en el gobierno. La prolongada crisis sanitaria ha tenido un fuerte impacto en la economía y es posible, casi seguro, que muchos dominicanos sientan los efectos de una quiebra. Pero ningún país atrae el interés de los capitales e inversionistas extranjeros, e incluso de los nacionales, en estado de quiebra. Nadie es tan tonto para arriesgar lo que tiene en una economía destruida.

El gobierno encara una situación muy delicada y requerirá del apoyo y auxilio no solo de su propia gente sino también de aquellos que tenían otra visión de la oferta electoral de la campaña pasada. La insistencia en vender la idea de que todo aquí estaba y sigue mal no ayuda a la tarea que la nueva administración tiene por delante. Tal vez sea necesario que en el entorno oficial se entienda que el deseo de éxito de la actual gestión es una aspiración de la mayoría de los sectores de la nación, del país entero me atrevería a decir, incluso de aquellos que estuvieron y siguen en la acera opuesta.

La razón es simple. El fracaso de un gobierno, especialmente en las circunstancias actuales, sería el de toda la sociedad y habría que ser muy obtuso y tener escasa visión para no verlo y entender que por alta que todavía sea la popularidad y la ventaja que da el control del Congreso, el amor en la política es muy efímero e inevitablemente llegará el día en que la infidelidad, como a menudo ocurre, trace distancias intransitables.

El país necesita, como en ninguna otra etapa de nuestra historia reciente, de un discurso de optimismo. La insistencia en presentarnos como un país quebrado en nada ayuda al esfuerzo que la administración actual se puede haber trazado. Además, a ningún país quebrado le prestan 3,600 millones de dólares.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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