Las palabras del gobernador del Banco Central sobre el desenvolvimiento económico al mes de septiembre ponen de manifiesto la capacidad de recuperación de nuestra economía a los efectos de las crisis internacionales. Ante una situación económica tan desfavorable resulta lógico que el saldo de cuenta corriente de la balanza de pagos sea negativo en un monto de US $1,014.50 millones. Este saldo negativo es un 16,9% mayor, con relación al período anterior, y es el resultado de la caída de los ingresos por exportaciones de bienes y de zonas francas en un 10,1 % y un 8% respectivamente, en un contexto de crisis internacional. Asimismo, los ingresos por turismo han experimentado una caída del 65.4%, llegando apenas a US$1,992.9 millones. Las importaciones no-petroleras han tenido una cierta recuperación, debido a la liquidez producida por la política monetaria.

Hasta aquí lo ocurrido se enmarca dentro de la realidad de una economía en crisis. Donde la experiencia dominicana se distingue es en aquellos renglones que demuestran confianza en el país. La inversión extranjera, aunque ha bajado en relación a períodos anteriores, tuvo un nivel de US$ US$2,066.4 millones. La mitad de esta cifra financiará el déficit en las cuentas corrientes. Las remesas de los dominicanos crecieron hasta el monto de US$ $5,846.8 millones. En resumen la economía dominicana se contraerá un 6%, mientras que la región lo hará en un 8,1%, de acuerdo al FMI. Lo que resulta más interesante es que la economía dominicana podría crecer un 6% en el 2021, frente a un crecimiento promedio para la región del 3,6%.

Estos números tan favorables son el resultado de una clase empresarial muy dinámica; de una política macroeconómica acertada desde hace décadas; de un régimen político, que, si bien imperfecto, ha permitido una alternancia en el poder; y finalmente, a un comportamiento prudente del liderazgo político de evitar confrontaciones con los poderes geopolíticos de la región, que han hundido a países como Venezuela y Cuba en la desesperanza de una crisis interminable. No obstante, debemos reconocer los riesgos que enfrentamos: una creciente deuda pública, que si bien deberá subir para ayudar al país a salir de esta crisis económica y de salud pública, deberá colocarse a niveles más bajos relativo al producto de nuestra economía, una vez la hayamos superado. Esto se puede lograr, sin mucho dolor, limitando el incremento de la deuda a niveles inferiores al crecimiento de la economía. Más importante, la sociedad dominicana tiene un déficit social altísimo, que los planes sociales gubernamentales amortiguan, pero no resuelven. Los dominicanos necesitan más y mejores empleos y salarios. La deficiente educación pública es un obstáculo al desarrollo de una economía más tecnificada, de mayores salarios y de menor desigualdad social. Siendo así, no tenemos espacio para la complacencia.

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