El presidente Luis Abinader acaba de dar una nueva lección política con su decisión de someter a discusión el criticado fideicomiso de Punta Catalina, que se convirtió en un problema de imagen y de fondo para el gobierno. Abinader, igual que su antecesor Danilo Medina, es economista, no abogado.
La decisión del jefe del Estado logró minimizar el daño a la imagen del gobierno. Tomó ese camino a pesar de que él mismo había asumido la defensa del criticado fideicomiso y la estrategia comunicacional por parte del gobierno para defender lo indefendible. La sensatez primó a pesar de que abogados y hacedores de opinión pública, que en este gobierno y el anterior, se dan a la terea de inventar teorías que ni ellos se creen para justificar lo injustificable, sin importar si ese camino conduce al fracaso.
La lección
Lo que ocurrió a Danilo Medina y el PLD debe servir de lección. Ese partido acumula más de 21 derrotas políticas que lo condujeron a una gran derrota electoral sin precedentes en la historia política reciente. Todo comenzó con el debate por las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias para todos los partidos, que la Suprema había declarado inconstitucionales, pero un grupo de abogados insistía en convencer de lo contrario, subestimando la inteligencia colectiva. Continuó con una cadena de errores conocidos que llevaron a la división de la organización y luego pagaron el precio por la suspensión de las elecciones porque ese partido asumió la defensa del voto automatizado, a pesar de las advertencias.
Tanto con el fideicomiso de Punta Catalina como en la mayoría de los pleitos que el PLD perdió, subyace un tema legal y de intereses económicos, con gran impacto político. La diferencia, es que la terquedad por persistir en los errores, llevó al PLD al fracaso; en el caso de Punta Catalina, el presidente logró minimizar el daño con su decisión, pero dejó secuelas pues a raíz de eso, un político bautizó la actual gestión como fideigobierno.
