La partida física de Franklin Almeyda Rancier, ocurrió de manera sorpresiva, el pasado jueves 18 alrededor de las 11:00 de la noche. Faltando exactamente un mes y poco menos de una hora para las elecciones del 19 de mayo. La cita es crucial para su partido, la Fuerza del Pueblo, el primer partido fundado bajo un modelo digital, impulsado por Almeyda. La convocatoria electoral también es crucial para Leonel Fernández, que lo definió como amigo y compañero de mil batallas. Almeyda fue el principal defensor del expresidente en los momentos más difíciles de su carrera política, una de las mentes más sabias con que contaba, además de leal.

Fue un maestro excepcional. Su virtud fundamental, además de tener un ojo clínico para identificar talentos, consistía en descubrir la utilidad de cada persona, para lo grande y lo pequeño, lo visible o lo invisible. Para Almeyda, ningún humano era desechable por un tema de talento, sí por falta de integridad y honestidad. Amante de la innovación e impulsor como pocos políticos de la participación de la mujer y la juventud. Fue un creador de oportunidades para el desarrollo político de la mujer.

Su partida ocurre en el momento de la mayor degradación de la política. Un mercado abierto de compra y venta de dirigentes como simples mercancías de supermercado. Para contrarrestar la comercialización de la política, está el legado de Franklin Almeyda, un político con propósito, causas, más bien las que entendía las mejores causas para su país; que no se dejaba seducir por las mieles del poder, pero sí por el valor de las ideas.

Asumió la metodología de John Dewey “Aprender Haciendo” como slogan de enseñanza. Marcó tantas personas y generaciones que convierten su legado en imperecedero. El Dr. Almeyda, es inmortal.

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