La degradación de la actividad política no es un asunto novedoso, ni aquí ni en ningún otro país. La novedad de la degeneración de la actividad política, es lo que está ocurriendo en el actual proceso político y electoral. La política, como actividad, se ha convertido en un vulgar mercado que ha normalizado la compra y venta de dirigentes (en realidad mercancías).

El paso de activistas de un partido a otro, tampoco es una novedad en el oficio de la política local, lo nuevo es que tantos dirigentes de los partidos de oposición abandonen sus organizaciones para refugiarse en el partido de gobierno.

Parecería, que políticos nuevos y otros no tanto, han descubierto que esa actividad se puede convertir en un atractivo intercambio económico. O quizás, no es que hayan descubierto tal ‘bondad”, lo que pudo haber ocurrido es que los nuevos inquilinos del poder, le dieron ese valor agregado.

Es casi para llorar, cuando se escuchan las versiones entre dirigentes políticos, del gobierno y oposición, de las ofertas que reciben las figuras que están en vitrina. Van desde cuantiosas sumas de dinero en efectivo, pago de deudas e hipotecas hasta pensiones a personas que nunca han aportado ni una hora de trabajo al Estado.

Nunca en la historia política y electoral del país, tantos dirigentes, incluidos candidatos ya electos en otros partidos, habían abandona sus organizaciones para ir al partido de gobierno. Nadie es tan imbécil para creer que lo hacen por principio, por ruptura ideológica o porque este gobierno sea mejor que el de sus partidos. Ahora han encontrado buenos compradores, que son capaces de colocar sobre la mesa cheques en blanco, para que quien está en venta ponga el precio. Tan lejos ha va el asunto, que las últimas versiones que llegan es que ya los compradores no tienen que salir de caza, ahora los llaman para ofrecerse. ¡Válgame Dios!

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