En un Tesla, carro eléctrico de la compañía norteamericana del famoso Elon Musk, el ahora presidente Constitucional Luis Abinader, llegó al Congreso Nacional para jurar como nuevo mandatario ante las cámaras legislativas, aunque sin la presencia de su antecesor, quien minutos antes le había entregado la famosa “ñoña” al presidente del Senado, Eduardo Estrella, en lo que fue el rompimiento de una tradición democrática de 42 años.
En el acto, despojado de la banda presidencial, y para disipar la tensión, Danilo Medina soltó un genuino “ya pueden aplaudir”.

Ya en la Asamblea Nacional, si no hubiese sido por las mascarillas, el del 16 de agosto pasaba como un acto más de traspaso de mando y juramentación. No lo fue. El mundo vive la peor pandemia en un siglo, con un profundo alcance económico y social que tardará meses, sino años, en recuperarse. Vaya tarea la que le espera a Abinader.

En los símbolos estuvo el detalle, porque el discurso, cuya característica no fue la novedad, estuvo apegado a la línea de lo que el mandatario ha venido planteando, en campaña y en las contadas ocasiones en que habló a la prensa en transición. Los temas fueron pocos, pero de extrema preocupación: salud, educación, economía, política exterior, y, sobre todo, justicia y sanción a la corrupción.

Fueron 44 minutos sin loas, pero tampoco plagado de críticas exacerbadas a su ausente antecesor, detenido en seco por el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, hace poco más de un año, cuando se aprestaba a introducir el proyecto de ley que declarara la necesidad de reformar, una vez más, la Constitución de la República.

Pompeo asistió al acto imponiendo a su paso un mensaje: el cierre de un círculo que inauguró con aquella famosa llamada, y el rescate de las relaciones diplomáticas con República Dominicana, en los últimos ocho años, mucho más cerca de China, lo que no gustó nada a los norteamericanos. Esta vez, y así lo ha manifestado por igual el gobierno de Abinader, esperan recuperar el terreno perdido.

Más tarde, en el tedeum, fue Monseñor Francisco Ozoria Acosta, Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, quien estuvo a cargo de la celebración de un evento cada día menos popular, aunque simbólico nueva vez, al ser él quien denunció en la víspera de la Semana Santa del 2019 que el país se encaminaba a una dictadura por el control de los poderes del Estado por parte del PLD.

En la juramentación de los ministros en Palacio Nacional, Abinader se tomó unos segundos extra, empleando palabras que seguro tenía pensadas, pero fuera del protocolo tradicional, con la Procuradora General de la República, Miriam Germán Brito, y con la Procuradora Adjunta, Yeni Berenice Reynoso, a quienes les dijo que tenían total independencia y que su única guía serían la Constitución y las leyes.

Finalmente, previo discurso de Milagros Ortiz Bosch, todos los ministros y el propio presidente firmaron una suerte de compromiso con la ética pública, algo que nunca se había producido, un guiño, la señal de que en la semiótica se esconderán los caminos de lo que puede venir en este período gubernamental, renovado de caras y de partido, pero acosado por una severa crisis que se antoja como el gran desafío de la historia reciente.

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