Hace unos días, una amiga me comunicó que había perdido su empleo. Ella estaba muy triste y sentía que pocas cosas le esperaban más adelante.

En eso recordé aquel día de finales de mayo de 2008, cuando salí del que había sido mi primer trabajo, el lugar donde nací como profesional del periodismo.

Ese lugar en el que pensé que estaría hasta mi retiro. Pensaba así, quizás por el sentido de lealtad y la facilidad con que hasta entonces solía encariñarme con los lugares y las personas.

Sin embargo, y pese a que estaba dejando un lugar al que había ido cada dia, durante casi 10 años, ese día estaba tranquila, ya era una decisión que no podía echar atrás.

En ese momento y muchos meses después seguía sin comprender el por qué de esa sensación de que algo muy bueno se avecinaba.
No entendía y por eso con pocas personas compartí lo que estaba sintiendo.

Además de que al instante me quedé casi sola. Soledad que atribuyo a mi manera tan reservada de ser, a que casi siempre mantenía las relaciones con mis compañeros de trabajo solo en el plano laboral, con contadas excepciones, pues con algunas personas el trato fue muy cercano, al punto de haber cultivado amistades que se mantienen en el tiempo.

Sin embargo, no pasaron tres meses completos, cuando iniciaba, la que sería la etapa más relevante y trascendental de mi carrera, hasta ahora, inicié mi trabajo en Multimedios del Caribe.

Este tiempo coincidió con una serie de eventos que me enriquecieronde manera personal, intelectual y
profesional.

Los acontecimientos que se iban sucediendo, me dieron la respuesta a mis preguntas del por qué aquella sensación de paz, tranquilidad cuando cerré un capítulo hermoso, irrepetible e inolvidable en mi vida.

Cuando le conté a mi amiga sobre mi experiencia, la noté aliviada y hasta logré dibujar una sonrisa en sus labios.

Ella entendió que todo marcha mejor cuando asumimos la realidad sin desesperarnos, sin alterarnos, sin rencores ni resentimientos, sin maldecir y sin buscar razones para condenar a otros a quienes creemos responsables de la situación que nos afecta.

Mi amiga comprendió que cuando las cosas cambian y se posicionan de manera desfavorable para nosotros, lo mejor es ahorrar energías para encarar el futuro en vez de derrocharla enfrentando el pasado.

Ser feliz depende de uno mismo y aunque hoy las cosas vayan mal, debes ser optimista y pensar que lo que vendrá siempre será lo mejor.

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