La imagen de un padre sacando a empujones a su hija de la escuela en que esta estudia, porque supuestamente le había prohibido participar en las celebraciones por el Día de la Independencia, porque, según se dijo, él es cristiano, por lo que entiende que su familia, incluida su pequeña hija, no debe participar en ninguna actividad, a menos que no sea una de las organizadas por la iglesia en la cual la familia se congrega.

La actuación de este señor dista mucho de la que debe exhibir un buen cristiano y dista aún más de la que debe asumir un padre frente a su hija.

Desde que salió a la luz el video, la imagen entre avergonzada y triste de la jovencita, no se me ha salido de la cabeza y he luchado por no tratar de imaginar si quiera, lo que debió sentir esa niña al ver a su padre lanzarse contra ella con tanta furia, sin pensar, ni remotamente la tremenda vergüenza que le estaba haciendo pasar a su hija.

Justificar su mala acción con el alegato de ser cristiano representa una tremenda falta de respeto al término y a quienes profesan su fe tal como lo establecen las sagradas escrituras, o al menos, lo más cerca que pueden hacerlo los mortales.

Ese señor, no merece ser padre.

Un verdadero padre, jamás, nunca lastimaría a sus niños, ni cómo el pétalo de y una rosa. Un padre bueno se habría sentado al lado de su hija y le habría explicado, los porqués de su negativa y con amor y ternura la habría convencido de no asistir esa esa actividad escolar.

Un padre amoroso, apoyaría a su hija, aunque le hiciera saber que él no está muy desacuerdo.

Un padre lucha con todas sus fuerzas para proteger a sus hijos del peligro, las carencias, del abuso, de la maldad. En este caso, el señor del video le hizo a su hija muchas de las cosas de las que debía protegerla.

Por eso, ese señor no es padre, no tiene idea de lo que es serlo, como tampoco sabe lo que es ser un verdadero cristiano.

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