Esta semana la comunidad católica conmemora la Semana Santa, un periodo de siete días, con el cual culmina La Cuaresma.
En la iglesia, la feligresía rememora los últimos días de Jesucristo, el hijo de Dios en la tierra.

Desde que tenemos uso de razón hemos venido participando de una u otra forma de las actividades propias de estas fechas, ya sea de forma directa o indirecta.

Como todos saben, la vida y el mundo cambiaron a partir de marzo del 2020.

La pandemia covid 19, generada por la propagación del coronavirus en el mundo, cambió las reglas del juego de la vida y de la convivencia.

Una realidad innegable que se ha reflejado en todos los aspectos y en todos los escenarios. El mundo ha tenido que cambiar el modo de vivir, celebrar, prepararse para el futuro, ver nacer a sus hijos, despedir y sepultar a sus seres amados.

Pero en verdad, somos los mismos solo que viviendo de forma diferente. Eso es tan bueno como malo. Es bueno en lo que se refiere a los sentimientos de amor y solidaridad, pero es malo en lo referente a nuestra conducta y a la falta de disciplina para cumplir reglas.

Es bueno, porque significa que la adversidad no ha logrado borrar nuestra esencia, nos hemos distanciado físicamente pero nuestros corazones no han dejado de sentir y latir por quienes nos aman.
Es malo porque no todos han acatado las disposiciones y reglamentaciones que nos ha impuesto la pandemia.

Sabemos que la denominada Semana Mayor, siempre ha representado un reto para las autoridades que deben emplearse a fondo para evitar el desenfreno y preservar la vida de quienes se entregan al disfrute sin tomar las debidas precauciones.

Es por eso que no creo que alguien pueda sorprenderse al leer que en tiempos de pandemia estemos abogando por la cordura, evitar los excesos y tomar previsiones, ya que algunas personas han demostrado que no hay quien les gane en ingenio y creatividad a la hora de burlar las medidas de seguridad.
Ojalá que no solo por la camisa de fuerza que nos impone la amenaza del coronavirus, aprendamos en este y todos los tiempos, a disfrutar hoy sin tener que lamentar mañana, a vivir lo que nos queda de vida, con moderación, sin excesos.

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