No creo que sean muchos los que no puedan diferenciar entre una batalla y una guerra, sin embargo, me dispongo a hacer algunas aclaraciones, por las dudas.
Para empezar, una guerra es la suma de muchas batallas.
Las batallas son combates que tienen lugar entre los soldados de ambos bandos de una guerra.

Mientras que la guerra, es un conjunto de estrategias de corte socio-político, que se desarrollan para estudiar, conocer sorprender y finalmente vencer al enemigo. Dicho esto comienza mi exposición.

Aunque hermosa y valiosa, la vida y vivir constituye nuestra guerra personal.

Cada día, aunque es un regalo representa una batalla de 24 horas, durante la cual debemos lidiar con muchos adversarios.
Los más peligrosos son precisamente aquellos a quienes les permitimos estar más cerca y ni hablar de nosotros mismos.

Muchas veces las bajas más sensibles nos las causamos nosotros. Un tercero solo sirve para dar un empujoncito y eso basta para perder la paz.

Cada día, en nuestra batalla diaria, debemos combatir con nuestro ego, nuestra altanería y arrogancia. Debemos someter a un combate cuerpo a cuerpo a nuestras fantasías con la cruel y despiadada realidad.

Un día perdemos y el otro ganamos, pero siempre la batalla perdida nos va a pesar y nos hará sentir culpables por no haber recurrido a la estrategia correcta. Unas veces, cuando ganamos una batalla, el sabor es agridulce. Lo es, cuando ganamos tras comprobar que siempre tuvimos razón, que quien pretendió engañarnos mintiendo o disfrazando una verdad, nunca logró su cometido.

Es una batalla ganada que nos arranca lágrimas de lo más profundo del alma, pero que nos hará confiar más en nuestra intuición.

Por otro lado, existen combates en los que salimos derrotados y aunque perder no nos gusta, no podemos esconder la felicidad al comprobar que estuvimos totalmente equivocados al juzgar mal a alguien, pensar lo que no es y dudar de sus buenas y sinceras intenciones.

Esto nos demuestra que no siempre se es feliz cuando logramos ganar, del mismo modo que no siempre una derrota es motivo de tristeza. Lo importante es la lección que nos deja cada batalla ganada y cada batalla perdida y nunca olvidar que el fin principal es la victoria al final de la guerra.

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